domingo, junio 11, 2006

El Árbol de los Amigos

Mi devenir por la existencia, a tenido varios precios que he debido pagar, con el tiempo me he ido dado cuenta de ellos. La lista es larga y no es este el lugar de hacerla.

Un pecio que esta ahí son los amigos, tengo pocos, muy pocos. Por mi carácter introvertido y centrípeto, por mi movilidad escolar y geográfica, porque es difícil tener amigos en el trabajo cuando uno sume posiciones de responsabilidad y cuando esta en la cumbre por mas pequeña que sea al final se queda solo. Las amistades del mundo empresarial son una ruleta, hay de mucho valor, hay distancias evidentes por el conflicto que genera, y con el tiempo uno descubre a los verdaderos de los falsos.

Pero al mismo tiempo mi lista es larga, y reslta que no he sabido mantenerlos y cultivar su amistad.

· puedo recordar los amigos de mi cuadra en Tocopilla,

· los amigos primos, que he tenido gracias a los amigos de mis padres.

· de mis distintos compañeros de cursos,

· de las ciudades donde viví,

· de las etapas de mi vida universidad,

· de mi breve pero intensa vida política,

· los amigos que adquirí gracias a mis hijos, en las comunidades de padres que integre,

· de las empresas donde trabaje,

· de los deportes que practico, el navegar y el golf que me han permitido conocer en ese ambiente personas nuevas de valor.

También son mis amigos mis padres, mi hermano y mis hermanas, mi cuñado, y mis hijos. Y han tenido un momento en que la calidad de amigo sobrepasa a la de hermano, hermana o cuñado, o hijo y han sido muy importantes.

Hoy me he enterado que he perdido un compañero del San Luís, Omar Muñoz, sinceramente no me acuerdo si fuimos o no amigos, ni tampoco compañeros, pero la noticia me hizo pensar.

El Blog venia acompañado de este texto atribuido a Jorge Luis Borges

El Árbol de los Amigos

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino. Algunas recorren todo el camino a nuestro lado, viendo muchas lunas pasar, mas otras apenas las vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos.

Tal vez cada hoja de un árbol caracteriza uno de nuestros amigos. El primero que nace del brote es nuestro papá y nuestra mamá, nos muestra lo que es la vida. Después vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros.

Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.

Mas el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos los denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos. Saben cuando no estamos bien, saben lo que nos hace feliz.

Y a veces uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón y entonces es llamado un amigo enamorado. Ese da brillo a nuestros ojos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies, cosquillitas a nuestro estómago, etc.

También existen aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.

Hablando de cerca, no podemos olvidar a los amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y que cuando el viento sopla siempre aparecen entre hoja y otra.

El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos algunas de nuestras hojas, algunas nacen en otro verano y otras permanecen por muchas estaciones.

Pero lo que nos deja más felices es darnos cuenta que aquellas que cayeron continúan cerca, alimentando nuestra raíz con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.

Te deseo, hoja de mi árbol, paz, amor, salud, suerte y prosperidad. Hoy y siempre... simplemente porque cada persona que pasa en nuestra vida es única. Siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros. Habrá los que se llevaron mucho, pero no habrá de los que no nos dejaran nada.

Esta es la mayor responsabilidad de nuestra vida y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por causalidad.